El sueño viviente
Capítulo XXVII de El resto es esclavitud, de Wei Wu Wei (Ediciones La Llave D.H).
I
lo observado es el observador,
lo que escuchamos es quien escucha lo escuchado,
el aroma es quien lo huele,
lo degustado es quien degusta lo saboreado,
lo que se toca es aquello que toca
y el pensamiento es el pensador de lo pensado.
Todo lo que percibimos sensorialmente, en suma,
es el perceptor cuyos sentidos perciben
y, obviamente, no podemos encontrar perceptor
en percepción sensorial alguna, ni agente en ninguna acción.
II
Permítame darle un ejemplo: usted entra en un restaurante y
ve una mesa, oye a las personas hablando, saborea lo que está en su plato,
huele el aroma del vino de su vaso, percibe el cuchillo y el tenedor que tiene
en las manos y sabe que está almorzando.
Pero, aunque todo esto pueda ser percibido sensorialmente,
nuestros sentidos sólo lo captan aparentemente porque tal cosa sólo está
ocurriendo en nuestra mente y, por consiguiente, nada de eso ocurre realmente
como una secuencia de eventos externos experimentados por nosotros.
Y, por último, también he dicho que usted mismo, en tanto
que entidad independiente cuyos sentidos parecen experimentar esos eventos, no
puede ser localizado en ningún lugar. ¿Cómo es tal cosa posible?
Recordemos la respuesta dada por el Sexto Patriarca Hui Neng
a los monjes que estaban discutiendo sobre si era el viento o la bandera lo que
se movía. Hui Neng les dijo que lo que se movía no era el viento ni la bandera,
sino su mente y, de ese modo, ellos reconocieron que Hui Neng había comprendido
la verdad.
III
No hay seres sensibles que puedan ser liberados por el Tathágata.
¡Si ni siquiera el yo tiene
existencia objetiva, cuánto menos la tendrá algo distinto al yo!
Así que ni el Buda ni los seres
sensibles existen objetivamente.
—HUANG PO, Crónica de
Wan Ling.
No existe tal "cosa" como un sueño (como tampoco
existe un espejismo, una ilusión o una alucinación). El sueño, en tanto que
cosa-en-sí, no tiene nada que ver con eso. Sólo hay los fenómenos del ensoñar
aparente, del mismo modo que existen diez mil fenómenos debido a la visión, la
escucha y la sensación, el olfato, el gusto y el conocimiento aparentes, pero
los objetos aparentemente percibidos a través de los sentidos no son, en modo
alguno, entidades. Sólo existe una percepción de objetos aparentes moviéndose
en un espacio temporal también aparente.
En la "vida" cotidiana, los aparentemente
"otros" seres sensibles que perciben sensorialmente los mismos
fenómenos que nosotros, sincronizados en el mismo tiempo aparente, son también
fenómenos, mutuamente percibidos o mutuamente no percibidos, pues no existe
nada salvo la percepción, de igual modo que en un sueño no hay sino el soñar.
Cuando el soñante despierta, el sueno finaliza y carece de toda importancia
cuestionarse por el "ser" de los fenómenos oníricos o preguntarse si
siguen aferrado a sus actividades oníricas o si, por el contrario, está
despierto. Quien despierta no considera si sus semejantes sumergidos en el sueño-de la-vida están despiertos o si
siguen inmersos en el sueño, puesto que ahora sabe que ellos y lo que parecía
ser él mismo no son más que objetos fenoménicos del supuesto soñante. En ambos
casos, la realidad aparente del evento soñado se desvanece para siempre.
En lo que respecta a la ensoñación de segundo grado, esto es
algo evidente, porque nosotros éramos el supuesto soñante y ahora estamos
despiertos pero, en el sueño de primer grado o sueño-viviente, que es esencialmente idéntico, tenemos dificultades
para comprenderlo porque todavía nos hallamos inmersos en nuestro sueño e
ignoramos que estamos soñando.
Sin embargo, dentro del sueño-viviente
de primer grado tenemos la posibilidad de cobrar conciencia de este hecho y, en
tal caso, cada uno de nosotros que lo logra, puede reconocer que él la entidad aparente de su sueño particular
que creía ser, sino el aparente soñante de su sueño, un reconocimiento al que
también se denomina "Despertar". No obstante, él no puede despertar a "los demás" de su sueño último,
porque son sólo sus objetos y no entidades que existan por sí mismas, igual que
ocurría con él cuando estaba dormido.
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Wei Wu Wei |
Cada soñante, por tanto, sólo puede despertar de su propio
sueño, es decir, del sueño en el que participaba como él mismo. "Los
demás", por consiguiente, no son sino nuestros objetos. Tal y como los
conocemos, no son entidades dotadas de existencia propia y sólo parecen
ser tales en tanto que soñantes de su
propio sueño, es decir, subjetivamente.
Al despertar, todo soñante descubre que era el aparente
sujeto de todos los objetos de su sueño
"viviente", pero ahora ya
no existe como objeto excepto en el sueño
"viviente" de "los demás". Él es la pura subjetividad
incondicionada mediante la cual ha sido soñado, en la misma medida en que los
demás seres aparentemente sensibles también son soñados y cuya aparente
sensibilidad no es más que eso.
Cuando despierta de su sueño descubre que no era él quien
soñaba, sino que era soñado. Nunca ha habido ningún soñante, lo único que
existe es el fenómeno del soñar.
Eso es el sueño
"viviente" —es decir, una objetivación en la mente en la que las
entidades aparentes no son tales—, cuyo soñante nunca existe como objeto y
nunca puede ser objeto, puesto que no hay tal "cosa".
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