Capítulo 25 -Esto y Eso- del libro El décimo hombre de Wei Wu Wei (publicado por Editorial La Llave D.H) en el que refleja, con su peculiar terminología, la "procesión" descendente desde el Noúmeno a la psique fenoménica con la posterior proyección identificativa en el complejo psíquico del ego-fulanito de tal. Originariamente lo publicó en la revista del ashram de Ramana Maharshi, The Mountain Path, abril de 1965. Al año siguiente se incorporó en The Tenth Man, y en su versión española ocupa las páginas 55-58.
I
En
el lenguaje dualista, el término 'yo' se deriva del latín 'ego', un concepto
que carece de existencia objetiva o, dicho de otro modo, un complejo que debe
resolverse porque su existencia psicológica supone la esclavitud. Empleado como
término metafísico, sin embargo, sólo se refiere a esto-que-somos como algo opuesto a eso-que-creemos-ser, pero no somos.
Es
posible demostrar que lo que percibimos sensorialmente no es más que una imagen
mental y que, como tal, carece de toda naturaleza propia. Pero la sensibilidad
de los seres debe tener un centro que dirija sus operaciones,
un 'centro' de cada objeto sensible que, en tanto que apariencia sensible, es
puramente fenoménico. Tal centro está desprovisto de todo tipo de volición y
autonomía. No se trata, por tanto, de un 'ego' ni puede pensar de manera
autoconsciente como 'yo'.
La
identificación de esto-que-somos con cada objeto fenoménico, que tiene lugar durante
el proceso de objetivización, acaba convirtiendo a ese centro funcional en un 'ego'
individual creando
a una 'entidad' hipotética.
El
fenómeno es una manifestación y, por consiguiente, también un aspecto del
noúmeno. La acción fenoménica espontánea es nouménica y, por ello, vivir es
vivir nouménicamente. Tal, pues, es la vida no identificada. Es la
identificación con una entidad autónoma espuria (imaginada), que se supone que
nace, sufre y muere, pone en proceso el
de causalidad denominado karma posibilitando la emergencia de la
esclavitud.
En
sí mismos, los fenómenos carecen de cualquier tipo de entidad que pueda ser
esclavizada y tampoco poseen, en consecuencia, entidad alguna que pueda ser
liberada. La 'entidad' siempre es espuria, mientras que el fenómeno no es más
que lo que afirma su nombre, una mera a apariencia mental que no se halla esclavizada
y que tampoco puede, en consecuencia, ser liberada.
El
aparente problema, por tanto, únicamente tiene que ver con la identificación. Es
la identificación la que da origen a la noción de esclavitud. La identificación
con los objetos fenoménicos desemboca en el concepto hipotético de una entidad
autónoma y creemos que ese concepto equivale a un 'yo' objetivo, aunque, aunque
nunca ha existido, existe ni existirá
jamás como una cosa-en-sí, como algo más que un
concepto en eso que llamamos 'mente'.
Sin
embargo, la identificación con los objetos fenoménicos no conlleva
automáticamente la esclavitud, dado que los fenómenos carecen de 'entidad' y
tampoco la necesitan, como ilustra perfectamente el caso de los sabios
desidentificados que, a los ojos del observador casual, parecen vivir su vida
como personas normales y corrientes.
La
superposición del concepto artificial del yo autónomo es la responsable de las
nociones de 'karma' y de 'esclavitud', que son el efecto de nuestra aparente
'volición'.
II
![]() |
Wei Wu Wei |
Dicho
de otro modo, puesto que la dimensión fenoménica forma parte integral de la
dimensión nouménica, la discriminación de la dimensión fenoménica en fenómenos
separados que poseen un carácter subjetivo y objetivo es lo que produce la
identificación. Dicha identificación consiste, pues, en la atribución de
funciones subjetivas a la objetivización
de un centro fenoménico o 'funcional' en cada uno de tales fenómenos, creando
de ese modo a un individuo dotado de un supuesto yo o ego. En resumen, el punto
focal funcional de la objetivización fenoménica se ve investido de una
supuesta subjetividad personal cuando, en realidad, toda su subjetividad recae en su esencia
nouménica.a subjetividad hipotética la que acaba objetivándose como una entidad
dotada de plena autonomía.
La
identificación de esto-que-somos con los objetos fenoménicos (que, sin tal
identificación, no son más que nuestra dimensión fenoménica como tal) comporta
la objetivización de todos ellos. En
este proceso, el centro funcional acaba convirtiéndose en el centro de un
supuesto individuo dotado de un ego-yo y estableciendo, por consiguiente, a una
supuesta entidad donde no hay más que la dimensión fenoménica funcionando
impersonalmente como sujeto y objeto. Es decir que, como tal, funciona tanto
subjetiva como objetivamente en la mente dividida y va acompañada del 'espacio'
y el 'tiempo' tan mecánicamente como el engranaje de un reloj.
El
noúmeno absoluto, que se manifiesta a través de cada ser sensible, no reconoce
a ninguna entidad en el cosmos fenoménico porque no tiene necesidad de ello y
porque tampoco existe función alguna que pueda cumplir con ese propósito. La
existencia de una entidad autónoma dotada de voluntad es incompatible con el
funcionamiento de la prajná. Se trata
de una noción que parece una completa aberración. La entidad, por tanto, es
"un sueño, una ilusión, una burbuja, una sombra", como dijera el Buda
en el Sutra del Diamante, un soplo de
fantasía que turba las tranquilas aguas de la mente sin posibilidad alguna de
ejercer la menor influencia en el sueño de nuestra vida fenoménica.
Nota: Sí, efectivamente,
así es. Lo que el Buda acaba de decir de un modo tan lúcido y también quizá tan
oscuro, se refiere —como tal vez sospeche el lectora lo que creemos ser.